Arte digital por Dayani Centeno-Torres
Un eslogan es una frase breve y original, utilizada para publicidad, propaganda política y otros ejercicios de comunicación.
Es muy efectivo el eslogan para llamar la atención y apelar a las emociones. Nos conecta rápidamente con un momento histórico, una tendencia cultural o una marca comercial. Su primo más joven, el meme de redes sociales, viene con su humor muy particular y tiene su propio arraigo y utilidad.
Para lo que no sirve mucho el eslogan es para analizar situaciones complejas ni para llevar diálogos importantes… Lo digo porque últimamente escucho conversaciones que realmente no lo son. Solo son intercambios de eslogan tras eslogan que no llegan ni a la categoría de opiniones, y que dificultan el diálogo.
No sé la razón: si será la mucha publicidad que consumimos; o la inmediatez que nos imponen las redes sociales; si es una deficiencia de pensamiento crítico en nuestro sistema educativo; o si una combinación de factores.
Por lo que fuere, me asusta el intercambio de eslóganes en sustitución de conversaciones. Puedo entender que el eslogan sea la chispa de inicio, pero lo demás suena a locura. Alguien dice ‘Black Lives Matter”, y otra persona contesta “All Lives Matter” sin preguntar el origen de la primera frase, sin plantearse qué es lo que le incomoda de la declaración, sin detenerse a escuchar la historia detrás del eslogan inicial. Alguien sugiere “No compres Goya” (1) y, habiendo tantos argumentos interesantes para esa conversación, le tiran con “Devuelve el incentivo que te dio el gobierno”, brincando todos los pasos del pensamiento lógico (y demostrando poco conocimiento sobre el funcionamiento de las finanzas de un gobierno). Sobran ejemplos. De un lado y de otro, repetimos o inventamos el eslogan sin intención real de conversar, solo para que conste nuestra posición y, si se puede, lograr que quien escucha cambie de opinión.
En una sociedad cada vez más polarizada, propongo el camino de las preguntas. Me las hago a mí misma antes de abrir la boca. También se las hago a quienes me rodean — que las acogen con más o menos incomodidad, según el tema.
¿Por qué creo eso? ¿Qué buscas cuando actúas así? ¿Dónde aprendimos esa idea? ¿Cuándo se convirtió en costumbre? ¿Hay otra manera de hacer las cosas? ¿Quién se beneficia o perjudica? ¿Cómo saber lo que sienten otras personas? ¿Con quién aprendo sobre el tema? Trato de preguntar con apertura, con la esperanza de un diálogo que conduzca a algo — mínimo, a aprender algo nuevo y ahorrarme el recital de eslóganes.
Al preguntar, sé que muchas respuestas saldrán filtradas. Nos habitan (a mí la primera) libretos e historias incuestionadas por generaciones. Pensamos como eslogan y vivimos en memes. Entonces, pregunto: ¿Cómo hacemos para tener esas conversaciones difíciles pero indispensables en las que se nos va la vida?
(1) Referencia a las declaraciones del CEO de la empresa Goya en apoyo a la gestión del Presidente Trump de Estados Unidos, y a los incentivos económicos que recibieron los ciudadanos de Estados Unidos como alivio al impacto de la pandemia de coronavirus.
La autora es consultora en comunicaciones y facilitadora de procesos comunitarios en Puerto Rico, con formación en Comunicación para el Desarrollo y Teoría U. Preside Palabrería-Servicios de Comunicación y la organización sin fines de lucro Voz Activa.